EN DEFENSA DEL BUEN DANCE HALL JAMAICANO


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Estaba yo a la busca de una nueva botella de Appleton (sin gas no escribo), cuando en una taberna de Russafa, andaban 3 mulatonas maqueadas ensayando coreografías sobre una base de reggaeton. El boom-bap del riddim me atrajo como un magneto. Aquellos bundas (como dicen los brasileros) y aquel conteneo es irresistible para cualquier mortal con sangre y sin miedo.
Eso me hizo recordar cuando en Jamaica me aventuré a las primeras filas de un concierto de Charlie Chaplin. Aquel “Sting” era bastante cultural, con Freddie, Dennis (todavía vivo) y Beres sobre el line-up del veterano Lloyd Parkes y sus We the People, pero cuando apareció el cachondo de Charlie, las punanis se revolucionaron en serio. A la 2ª canción de dar botes, los empujones que me daban empezaron a ser insoportables. Parecían decirme: “¿qué haces aquí blanquito, si ésto es sólo para nosotras?”. Y yo, blanco y  novato, me preguntaba: ¿pero cómo pueden tomarselo como “su momento” del festival, si el tipo no paraba de hacer gracias slackness sobre lo bien dotado que estaba, y lo que iba a hacer a cada una de aquellas lobas, en cuanto le dejaran?.
La misma pregunta que me hacía con Yellowman. Cómo podía ser que un tío tan horroroso, ese “hombre elefante” albino, pudiera seducir al público de todo el mundo, y que lo que más celebraran las mujeres de su audiencia (da igual blanca que negra, americana o japonesa) fuera precisamente, cuando se ponía “guarro”.
La respuesta desmonta cualquier esquema eurocéntrico y políticamente correcto. Dancehall es fiesta, fiesta es marcha, y marcha es gracia, ingenio, ocurrencia, cualquier cosa que sirva para la diversión, y no hay nada más divertido en la noche que el picante sexual hecho con gracia, con talento.
Claro que lo que vale de noche, no vale de día, necesariamente. Como el mismo chiste contado varias veces, pierde del todo la gracia. O sea, fuera de contexto, la gracia deja de ser tal, sobre todo con el sentido del humor tan bizarro de los isleños. Y eso es lo que la mayoría de los europeos (incluídos los españoles) parecen no haber entendido del dancehall jamaicano y todas sus corrientes, y mira que llevan décadas enseñándonoslo.
No me voy a poner este mes, en plan bibliográfico, el que quiera que investigue, pero la mayoría sabe que no se entiende la música en Jamaica sin el baile, el sound y la competi. Como sin el riddim y el deejaying. No existiría el REGGAE, así en mayúsculas, sin el Dancehall, sin el raggamuffin’ (el término que las clases upper daban a la música de los guetos, ya antes de existir el término “reggae”). Otra cosa es la continua impostura internacional de un género que, o se muestra dentro de los códigos jamaicanos más populares, o no tiene sentido, y al que le pique, que se rasque...

SI QUIERES LEER EL TEXTO COMPLETO ENTRA A:http://www.reggae.es/2011/03/11/en-defensa-del-buen-dancehall-jamaicano/

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